
34 años de Cowboys From Hell: Así empezó el Groove Metal
Por Oscar Orellana
El 24 de julio de 1990, vio la luz uno de los álbumes que marcaría un antes y un después en la historia del metal. “Cowboys from Hell” es considerado una de las piedras angulares de lo que hoy conocemos como Groove Metal, pero que por entonces no tenía nombre como nuevo estilo. Groove Metal es una palabra a la que muchos puristas del género aún resisten, sin embargo hay un consenso en que es una de las bandas precursoras y quienes sentaron las bases de lo que hoy conocemos por ese nombre. Esta definición, sin caer en la formalidad, se reduce básicamente a utilizar guitarras más entrecortadas, con elementos del metal tradicional y agregando herramientas que no necesariamente son propias del estilo.
Dicho esto, haremos un repaso de lo que es hasta hoy uno de los trabajos más importantes del género y que influenció a las bandas que por entonces se abrían paso en la experimentación de nuevos sonidos, que incluso sería considerado como su disco debut por la misma banda, debido al cambio radical que significó en su carrera.
La entrada a este disco es el tema que le da el nombre al disco, con un riff pegajoso y que ya daba muestras de las impresionantes habilidades de Dimebag Darrell en las seis cuerdas, con un Phil Anselmo en su mejor momento, sacando voces agudas y rasposas, que seguramente emulan a sus influencias, que de acuerdo a ellos mismos parten desde Kiss hasta Faith No More, además de un bajo potente, duro y afiatado, de la mano de Rex Brown; lo que al oído completa el cuadro, haciendo innecesario el uso de una segunda guitarra. Vinnie Paul se luce con cambios de ritmo y hace gala de su juego de doble pedal que le da un groove distintivo, a lo que se convertiría al poco andar en el sello particular de la banda.
“Primal Concrete Sledge” es una patada en la cara, con un bajo con mucha presencia y una incesante batería, con un trabalenguas que solo Anselmo podría manejar, con un coro repetitivo, son de esas canciones cortas que te dejan queriendo volver a escuchar en cuanto termina.
“Psycho Holiday” baja un poco las revoluciones, entrecorta las guitarras y hace uso y abuso de los armónicos para darle cuerpo a los riffs y los solos. Una canción que nos entrega una propuesta más “fiestera”, sin perder la rudeza y a continuación; “Heresy” es una máquina bien aceitada, con armónicos desde el inicio y con una voz más rasposa que demuestra lo mucho que llevaban tocando juntos.
“Cemetery Gates” es uno de los himnos de los 90’s, con un intro acústico, con un juego de doble guitarras, una con mucho reverb y la otra con distorsión, agregando una voz más suave y melódica; una vez cerrada la primera estrofa, el breakdown del riff principal se anuncia y volvemos a la parte melódica solo para volver al poder al que los hermanos Abbott nos tenían acostumbrados. El solo de esta canción es un viaje, un despliegue no solamente de habilidad y técnica, si no que expresa desde el sentimiento, unos fulls largos, terminando con un shred de esos que dejan entreabierta la mandíbula.
A propósito de himnos, uno de los breakdowns más famosos del mundo es el de “Domination“, lo curioso de este disco es que conforme avanza, nos van mostrando una propuesta cada vez más dura y de mayor complejidad en lo rítmico. Darrell no perdía oportunidad de demostrar su virtuosismo y el solo de esta canción es uno de sus mejores ejemplos.
Shattered, es una vuelta al heavy metal más clásico, con voces agudas al estilo Halford o King Diamond, con una base rítmica algo más ochentera y con un riff más cercano al punk o al thrash americano como Anthrax u Overkill.
Clash with reality es un viaje por distintos ritmos más urbanos, con un sonido más de garage, donde se percibe la influencia de los primeros trabajos de Faith No More o de Black Flag. Medicine Man y Message In Blood son dos propuestas distintas de las mismas herramientas de composición: un bajo brillante y seco, más guitarras afiladas, con un doble bombo haciendo de las suyas, ya que usa los espacios vacíos de los riffs para hacerse notar. Dos canciones probablemente más difíciles de digerir, pero definitivamente no son relleno dentro del disco, sino que cumplen la función de denotar que son mucho más que solos virtuosos o coros memorables.
Si escuchas a alguien decir que Phil Anselmo nunca cantó bien, invítalo a escuchar The Sleep, con coros armonizados realizados por el mismo, demuestra el rango vocal que poseía por entonces el frontman. La mezcla acústico-eléctrica se hace presente una vez más, haciendo un juego de guitarras armonizadas y un bajo simple y simétrico que cumple su función principal: hacer sonar más completa a la guitarra. Estoy seguro de que cerrar el disco con The Art of Shredding fue todo menos producto del azar. ¿Motivo? El intro está pensado para jugar con el público, son de esos que se pueden alargar y hacer cantar o tararear a un estadio completo. Recordemos que, si bien se considera un álbum debut, el “antiguo Pantera” tenía bastante rodaje y sabían que, además de enfocarse en la buena música, conocían muy bien cómo vender su producto.
Como dato anecdótico, este disco estuvo a punto de no ver la luz, ya que Dave Mustaine conocía el trabajo de Darrell y lo quería en las filas de Megadeth, pero este finalmente desistió porque su condición era incluir en la banda a Vinnie Paul, pero ya había hecho oficial el ingreso de Nick Menza y posteriormente Dave contrató a Marty Friedman, formación con la cual finalmente grabó Rust In Peace.
En resumen, un disco perfecto, sin nada que sobre, un “álbum debut” que cambió las bases del metal en la década de los 90’s, abriendo y allanando el camino para bandas como Disturbed, Prong o Trivium, así como también a abrir a la experimentación a las bandas nacidas en los 80’s como Sepultura, Overkill o Kreator.