Los shows de Meshuggah y la importancia de la luz

Los shows de Meshuggah y la importancia de la luz

Desde que es posible, la historia de los conciertos siempre ha ido de la mano del más mínimo trabajo visual –sea trabajo lumínico, imágenes en pantalla y/o diseños de escenario predispuestos a cada banda o artista–, las imágenes siempre han cumplido un rol transversal en la música o viceversa, creánlo o no. Hay algunas [bandas] que las utilizan como un mero complemento protocolar. Otras, que lo consideran igual o más importante que la música y se preocupan de establecer una relación intrínseca entre ambas, Meshuggah es una de ellas.

Meshuggah, sin embargo, no sólo le da esa importancia. Los suecos son una de las agrupaciones más aclamadas y reconocidas en la escena del metal extremo, lo que desde el 2011 les ha permitido financiar a un “sexto integrante” tras bambalinas –Edvard Hansson– que se hace completamente cargo del diseño, dirección y coordinación del trabajo lumínico en cada uno de sus shows, y que por cierto no es pega fácil. Seguir las polirritmias de canciones como «Clockworks» te rompe la cabeza con sólo pensarlo, pero Hansson posiblemente no sea de este mundo y mantiene mediante el cambio y movimiento de luces el seguimiento a la perfección de los ritmos en ese afán por hacer visible lo que se está escuchando. 

Meshuggah en Milán, Italia (Junio 2023) / Foto: Simona Isonni

De hecho, una típica canción de Meshuggah rebosa en meticulosos cambios de ritmos durante la misma, muchas veces superpuestos unos de los otros –como la mítica «Bleed» en que Tomas Haake (batería) está en 4/4 con los brazos mientras que con las piernas en otro algo similar a 11/16–.  Edvard Hansson por su parte, como director de orquesta de múltiples focos, se preocupa de transcribir a la luz todos y cada uno de los sonidos que se logran oír, hasta el más sutil –literalmente– como si se tratase de una interpretación sinestésica en tiempo real. Y los colores que proyectan estas luces no son random, sino que representan –a partir de un previo análisis– cada textura y sensación que provoca cada golpe o melodía ejecutada, dibujando una prolija sincronía que de paso pareciera indicar que son las luces quienes dirigen la música, no la música quien dirige las luces. 

Lo interesante es que para Hansson todo esto es natural y espontáneo, reduciendo su proceso de análisis a sólo escuchar la canción en su versión demo o de estudio y automáticamente visualizar el color o la dirección que la luz tomará –sean canciones antiguas o nuevas. En efecto,  la sinestesia refiere a cuando una persona automática e involuntariamente activa de manera conjunta dos de sus sentidos ante un único estímulo y así es como ocurre en este caso, la luz en función del sonido.       

Cómo cualquier otra banda, asistir a un concierto de Meshuggah sin duda conlleva disfrutar de un poco de lo mejor de la potencia de su catálogo  –comprimido en 9 álbumes de estudio– y para esta ocasión poniendo foco en Immutable, su más reciente LP. Pero gracias al trabajo de Edvard Hansson, los suecos tienen ese plus del trabajo visual-lumínico en sus shows que incluso aislándolo de la música se despliega en una obra de arte inmersiva, completa y alucinante de ver por sí sola.

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